Llegue al mundo, llorando, me supongo
pues forma es de llegar habitualmente;
no hubo hogar ni refugio consistente
que me hiciera sentir que al fin fui amado.
Querer tuve por meta, y es seguro
que con tesón traté, más en mi mente
ningún ser logró entrar, alguien valiente
pedí, al que admirar, devoto orgullo.
En el otoño cálido y levemente triste
sé que ya no vendrá, aquel que espero
y rendido me pliego ante el destino.
Y en mi interior, solo y anhelante
sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo.