Te escribo atrincherado entre mi patria de huesos ahogados
y una pequeña abertura de luz;
las manos embarradas de mis queridos vecinos.
Te escribo en medio del intempestivo campo de batalla
que supone el infortunio de una implacable DANA.
Te escribo y sé que escribo
para que no me leas,
pues la política te ha dejado ciego, sordo y mudo.
Pero no dejaré morir la solidaridad de mi pueblo,
porque ante el naufragio de sentimientos
de los incompetentes gobernantes de turno,
el poema, al final, siempre nos salva
aunque el poeta quede a la deriva cada vez que grita
“auxilio, me quiero bajar de este irreconocible mundo”.