Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo,
como se hace lo que morirá pronto,
también guardo tus huesos en barbecho
sobre las ascuas de la hoguera
que prendí para espantarte.
No hay calor,
solo otro charco en que encallar,
sin espejo en el que verme ni lastre que soltar,
sin más que hacer que cerrar las quijadas
sobre el bocado
con las ganas adolescentes
y la intermitencia del faro.
También, por qué no, con su constancia.