Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo
no puedo pedirte cuentas.
Llegaste por casualidad
una noche sin luna ni estrellas
en la que los cobardes
abandonamos las guaridas.
Respondemos de nuestros actos
dijiste despacio
antes de mirar mis labios
y enjaular a la razón.
Ahora orbitamos
en torno al imposible
de retrasar una vida los relojes.