Frente a mí se pasea
en pequeños puntos, dando vueltas
la blancura encandilante.
Cierro una y otra vez.
Hay un ilimitado paraíso
en el cuadro de mi ventana
y quiero disfrutarlo.
Ciento ochenta por
ciento treinta grados
borrosos de agua cayendo
canículas e incandescencias
cálices de botón rosa
y desnudez
tras la esmeralda senescente.