En pie, siempre e infatigablemente.
Tu espadaña es guía y señero de reinos inexplorados.
Piramidal, retando al aire, vences la gravedad de todo abismo;
y así, sostenido en la reciedumbre de tu tronco, hercúleo progresas.
Altísimo, asciendes entre blasones de piedra y mármol.
Tu bonanza laurea la estela de almas peregrinas:
tu sombra, presta cobijo; tu vigilia, acompaña los trémulos pasos de los vencidos
y, en el aire, tus ramas blanden la música de trinos vespertinos.
Aristas verticales rasgando el preciosísimo fondo,
tus raíces colman de elixir tu copa;
y, en su cáliz, gráciles, liban postreras golondrinas.
En la planicie, al borde del mar, permaneces: absorto y solo, pero
las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido.
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