Una huella es la ausencia de Dios
en mi cabeza de hombre.
Te hice para este momento, diría Dios
para esta mañana en la que te duele la garganta
y no te salen las palabras,
para el desborde de la noche, para la tos y el sueño,
te hice de la sed y del agua.
Entonces ¿qué silencio resignamos?, ¿con qué ronca voz nombraremos?
pienso en mi cabeza de hombre:
porque nada es dicho -respondería-
porque se muere el día y queda el fulgor de lo apagado,
la punzante luz de este dolor que te anima
porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo…