De la sorpresa y el deseo
Que surgió en el ocaso
De una tarde, ya de otoño,
Yo sentí de tu boca incendiada
Arder junto a la mía,
Hasta que el viento de suspiros
Fue apagando, levemente,
Nuestro fuego irrefrenable.
Yo pensé la razón
De ese sueño que voló
Por un cielo inexistente:
Fue el canto que escuché
De un eco sin montaña
Porque te hice de la nada.