Ella era perfecta.
Tanto que ni siquiera las odas y joyas
más bellas, que ha visto esta tierra,
se le acercan, o comparan en belleza.
Y es que ciertamente no he encontrado
palabra, escultura, o poema, siquiera
que le haga favor, gracia o justicia
a tan sagrada, hija de Eva.
Que grite entonces el mundo, que se debe:
Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo
que habitaban la soledad de mi cabeza,
pues yo solo sé, que por usted la locura, vale la pena,
incluso, si es, por el resto de los días que me quedan.