Como esa álgida nieve que a las montañas baja,
como el latido vano de un corazón helado,
como el quebrado rostro de un hombre denostado,
como ese yermo invierno que el cuerpo te amortaja,
con esa ingente pena que un alma resquebraja,
con esa misma rabia de un sueño despojado,
con esa incertidumbre de un amor deshojado,
así está mi “entereza” sin ti de cabizbaja.
Por esos contoneos que tus pasos remarcan,
por esas risas granas de tu boca de fresa,
por esas bellas formas de las que no alardeas,
por esos alicientes que sin querer te embarcan,
por tus calientes manos, tu porte de princesa…
¡Te escribo y sé que escribo para que no me leas!