Huérfana cae la tarde, señora,
privada de tus labios terciopelo,
que abrasan mis sentidos con su hielo,
rojo intenso brillantes tras la aurora.

Huérfana llega la noche, traidora,
cercenando una mota de consuelo,
sin palpar las caricias de tu pelo,
azabache soberbio que devora.

¿Y hoy me preguntas cómo va la herida,
sabiendo de mi vida apasionada
y que el amor no murió a tu partida?

Yo te amo porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo, querida;
por ser eternamente delicada.