Entronco mis osados labios
con la liturgia de tus besos.
Al remanso de su osadía
se hace hospitalario tu cuerpo.
Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo,
de la flaqueza extravagante
que custodiaba mi lamento,
a borbotones descubrí,
tarde ya para devaneos,
la esencia de mi senectud
y tu carencia de sosiego.