Sé que de amor me lleno dulcemente
y en voz a borbotones me derramo;
malherida compongo este reclamo,
sometida a su ser compareciente…
Expongo sin testigos, libremente,
la daga solazada en cada tramo,
la vencida ilusión mientras lo amo,
el duelo de mi corazón ardiente.
No culpo a su desaire de mi hastío,
ni a su falta de tacto de mi tedio;
son las musas dueñas del desvarío…
El verso nos sanó, ungió el remedio
a los esquejes de un jardín sombrío,
a la velada belleza, al asedio.