De la tierra surge el regato,
en las hojas secas me acuesto
y bebo y lo ensucio —lo enlodo—
con el tizne de mis labios negros.

Con mi sien sobre el musgo
puro y tierno, se lo pregunto
a mi corazón más blando,
a mi rayo más oscuro.

Mis tripas me contestan
hastiadas de esperar…

Sí, por eso no he perdido nada
y duermo solo y baboseo.
Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo.