Ocupa inerte el vaso condensado
una esquina remota en la encimera
para brindar con quien a la ligera
ha pronunciado el nombre equivocado.

Con qué derecho ha sido proclamado
que quien él debiera ser, ya no lo era,
que sólo restará la eterna espera
por un abrazo que queda adeudado.

Discúlpeme, pero es que no concibo
que se enfriaron los dedos de tu mano,
dejando mi guitarra sin sonido.

A pesar de que te escribo y sé que escribo
Para que no me leas, no es en vano
Una última canción de lo vivido.