«Porque te hice de la nada
de la sorpresa y el deseo…»
arranca holgura y no me hables.
Te concedo la Marcha.
Tienes licencia de partida.
Roba lo que desees:
todo es tuyo, pues lo hice para ti.
Expulsa mis bendiciones
de tu bienamado Castillo.
¡Ay, no me vengas con desamparos ni remilgos, Laura!;
pégatelos a las encías y enoja el galope…
Como te has salvado de mí
mereces la Inmensidad
que te prohibía…