Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo
de vivificar como un mago,
como un Dios, si decirlo me atrevo.

Eras tan diminuta que no parecías ser,
más que una mancha asomada en la pulpa
tierna y ácida que había probado.
Con mis dedos te enterré casi sin pensarlo.

Pasó el tiempo y se produjo esa magia.
Hoy en casa presides ramos y tartas,
y en el jardín luces como la más hermosa planta.