Otra vez se me pasaron las horas solo pensando en tí,
en cuando me mirabas y tus ojos chisporroteaban,
en la manera en que me tocabas toda nerviosa,
en tus gritillos de chiquilla al verme.
Ay, mi amor, lo que más duele es que estás aquí al lado mío,
ahora eres mi mujer, pero nunca me habías sido tan ajena,
te me escurres entre las cobijas y tus manos ya no tiemblan,
debió haber sido mi culpa,
porque te hice de la nada, de la sorpresa y el deseo.
Y quizá, fue demasiada esperanza puesta en una simple muchachita.