Porque te hice de la nada, de la sorpresa y el deseo,
y acudiste cuando te llamaba desde lugares ignotos.
Porque una vez los grillos cantaron en invierno,
y sonó toda la orquesta al rumor de un viento errante.
Ahora que la mesa está semivacía,
devuélveme la fe con que mover el mundo,
dame un punto de apoyo donde poder asirme,
y te prometo no precipitarme
por este caudal de lodo que me conduce
a eludir todas las desembocaduras.