Difícil es cruzar estos abismos sin reconocer tu nombre,
sin saber que habitas en la noche como un ser invisible
que juega conmigo, que me olvida. Es parte de un reino el de las aguas
del lago donde la eternidad selló tus ojos para siempre.
Y no puedo más que volver a la fronda donde alguna vez
nos reconocimos como dos niños perdidos que van
en busca de su padre. «Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo» bajo una luna inmensa
que ahora se ha quedado sola como este corazón
obligado a residir en solitario, por estos lares
donde siempre escucho cómo cae el otoño, como regresa
la noche, pero tú no regresas. Difícil es cruzar estos abismos,
simplificar nuestras vidas, decir que somos parte
de un mismo árbol, aunque tú habitas en la raíz y yo soy un fruto maduro.