Busqué cada uno de sus pensamientos
en una de las mejores calles de Toledo.
Leía sus suspiros en cada uno de sus soplos,
me acostumbré a acariciar cada palabra
que su cuerpo hubiera vivido y el anotara.
Tenía estanterías repletas de sus pensamientos,
amistades y amores en Zaragoza, Madrid y Toledo.
Una infancia recordada que yo al igual siento
y yo podía vivirla y recordarla al mismo tiempo
como si dos vidas tuvieran mi cuerpo.
Gracias a cada uno de sus suspiros
las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido.