Justo cuando bebí tus sombras
encontré partes de un alma rota,
en el desnudo amarillento
de la inocencia más inconclusa.
Y me jugué la carta del placer.
Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo,
de la pausa y el vacío.
Justo cuando quisiste huir
del eco que enlentece el gemido,
llegaron los mimos del refugio,
con la armonía certera de un vino de fondo.