Mirada cristalina, que como torrente
de claras aguas calma el dolor
de mis pupilas, arrastra negras
imágenes, anega la angustia punzante,
mata la soledad, el vértigo a caer y no volver.
Mirada clara que como un imán me busca,
me atrae, borrando las sombrías galerías,
que, sonámbula, transito en noches de desvelo.
Mirada clara que mitiga los latigazos
azabache del ayer imborrable, fagocitado
por la cotidiana e infinita rutina.
Mirada clara que, quizás, no permanecerá, simplemente,
¨»porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo»,