Los tejados reposan sobre muros
ajenos a las huellas que protegen.
Rastros que anidan en rincones,
voces que abarcan
la anchura que fue abrazo.
Cosas que retienen querencias,
gestos,
y hasta olores.
Pero el tiempo cobra su tributo y
los objetos se rompen, se extravían,
se desechan.
Las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido.(*)
(*) José García Nieto, «Al espejo retrovisor de un coche».