Porque te hice de la nada, de la sorpresa y el deseo
aun sabiendo lo lejos que teníamos el cielo.
Colmé de plenitud tu pecho.
En él refugié mi derecho de amarte en silencio.

Latían bajo nuestros pies las raíces de un ciprés,
recuerdo lo grandes que fueron tus besos la primera vez,
te hice de amor, gloria y penitencia.
Por ti, amor mío, seguiría creando nuevos mundos
en estas manos que han visto tantas guerras y tormentas,
Idas, venidas, billetes sin vuelta de tuerca.
Porque eres todos los caminos que me conducen a ti.
De todos ellos aprendí que sin amor no hay porvenir.