He vivido estos meses sin honra conocida
a la que ajustar tu tímida sonrisa y fría.
Abracé tu cuerpo mil veces sin alejar
la vista de la orilla y tú, ausente,
como el invierno en tus mejillas,
como la víspera amarga de una herida,
resentida y abierta al enemigo, obligas.
Porque te hice de la nada,
de la sorpresa y el deseo,
y recé las veces necesarias para oler,
por última vez, tu cuerpo robado.
Con los huesos que me quedan
podré acurrucar mis siestas, al fin,
al mejor de tus recuerdos sin tenerte al lado.