La vida, niebla efímera, ha eludido
tu afán de aprisionarla. Están velando
en torno de tu féretro, llorando,
los pocos que de veras te han querido.
Solo el silencio queda luego; unido
tu cuerpo al polvo; tu alma, ya volando;
las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido.
¿Se elevará tu ser hasta la estrella
más brillante, o caerás en el abismo
que aguarda a los impíos? Nada sabes.
En un reino lejano están las claves
de tu destino, que otra mano sella.
Ni siquiera eres dueño de ti mismo.