En tu vergel mi vida, planto tiernos claveles,
y en ortigas se mudan por tus vaivenes.
Y, mientras en las manos, sosteniendo el brío
del tallo tembloroso de infortuna
imploro al cielo en un escalofrío
que en la noche sólo sea cándida la luna,
sé que las cosas que ahora sigues recordando
flotan sobre las aguas del olvido,
sé que olvidas porque te vas evaporando,
perdida en tu jardín y en un suspiro.
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