Una brisa umbría me susurra al oído
que el verano infinito ya termina.
Quizás todo fue sueño, o una duermevela,
donde el tiempo era una efímera mentira.
En claras noches de amor y de luna, cruzamos mares sin pausa y sin prisa,
fui tu Odiseo tú mi Atenea, y ardieron nuestras pieles en silenciosa hoguera.
Porque te hice de la nada, de la sorpresa y el deseo
pude olvidar las penas junto a las huellas, en la arena
Pero hoy el eco de mis pasos, en el empedrado
es la única certeza de que he vivido,
que aprendí a ser feliz en tu mirada
y que esta vieja herida valió todas las guerras.