Dos mil ochocientos treinta y tres:
esa es la ventaja que he de llevarte,
cuando me abrazas me invade toda el arte
y mi mundo se paraliza apenas me ves.

Dos mil ochocientos treinta y tres,
a veces más, a veces menos, pero te pienso,
del día los segundos no cuento,
la hora en mi mundo está al revés.

Pues duermo de día y la noche es mi prez,
es por eso que aquí «te escribo y sé que escribo
para que no me leas…» mientras los pensamientos derribo
y de besarte el anhelo sola lo cuento y lo vivo,
mientras suspiro del uno al dos mil ochocientos treinta y tres.

(11/11/24)