Destinatario ausente
Empezar a escribirte es una cicatriz
que aún no tengo.
Un roto en mi piel, todavía sin dónde.
Es rasgar el plástico al vacío
que protege mis entrañas.
Inaugurar una fiesta sin anuncio
ni convocados, un salón sin techo,
un abismo con el simulacro de tu nombre.
Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas.
Cambiar la nada por lo que te alumbra.
Es un buen dolor, el menos malo que proporciona
el amarte, la ausencia y el abecedario.