Nos cruzamos en Europa.
Contemplé tu figura desde la orilla izquierda del Rin, empapada aún la ropa.
Evoqué tu perfume desde allí y entoné canciones con aristas rotas.
Nos cruzamos en Europa.
Y en el éxodo, los sépalos que abrazaban tu cáliz abatí,
mientras un grito en silencio despedía la luz de aquel jardín.
Acostumbrada al peso, no noté derrumbarse la losa sobre mí.
Te presentí
en algún rincón lejano de la aurora.
Si estás ahí.
Aún.
Ahora.
Si hasta aquí llegas.
Te escribo y sé que escribo para que no me leas…