Entre los dos muñones de tus alas,
te escribo y sé que escribo
para que no me leas.
Aquí, sobre tu espalda,
abrupta geografía de renuncias,
mis dedos caminaron los senderos
de la arcilla feliz y los milagros.
Por acercar los trinos a mi oído,
el néctar de las flores a mis labios,
renunciaste a tu vuelo.
Colibrí mutilado, con mi lengua
dibujo, agradecido, los dédalos terrestres
que caminamos juntos,
aunque no exista espejo que pueda descifrarlos.