Te escribo y sé que escribo,
para que no me leas,
para que no sospeches
que en cada línea te nombro sin nombrarte.
He aprendido a callar entre palabras
y a vivir entre huellas que no existen.
El tiempo nos borra
con la delicadeza de quien sabe
que el olvido no duele si se oculta.
Te escribo para que no me encuentres,
para que no descubras
que en cada verso que abandono
aún te estoy esperando.