No es hombre bien nacido
el que, huyendo, despecha
el corazón herido
de una mujer honesta
tras haber seducido
su inocencia sincera
con las artes y oficios
de un cantor de poemas.
… Y al haberte perdido,
cumpliendo la condena
que me impuso tu olvido
para enjugar mi pena,
te escribo y sé que escribo
para que no me leas.