Te escribo y sé que escribo para que no me leas,
como quien lanza palabras al viento,
un hilo de voz que el tiempo borra.
Mis letras traman sombras,
recuerdos tenues que nadie nombra.
Lejanas, tus manos;
muda, mi voz en esta espera.
Pero persisto, persigo el eco de tu rostro:
es en este murmullo de letras
donde vive el único lenguaje que nos queda.