Te escribo y sé que escribo para que no me leas,
como quien lanza al viento la sombra de su nombre,
como quien calla el eco de los pasos del pasillo pasado
o retiene entre los dedos una flor que fue arrancada.
Te escribo y no espero que me busques en el humo de estas letras,
ni que el tiempo te guíe hasta un lugar
en que el temblor de mi mano
deshizo nuestra juntura en cada sílaba.
Pero aun así, te escribo. No para que regreses,
sino para llenar este silencio con voces apagadas,
para bordar el vacío con luces invisibles,
para rozar el borde de esa ausencia tuya que aún me habita.
Solo soy y soy solo un eco que, perdido en la noche, te nombra,
fuimos solos y fuimos un verso desatado y hundido en la memoria.