Te escribo y sé que escribo
para que no me leas;
¿tienes miedo, de que pueda yo lo desconocido surcar?
¿temes el miedo del mundo, el miedo de la muerte, y de la aparente distancia fatal?
¡no hay distancia ni muerte, la fe del amor no conoce abismos en su inmortalidad!
¡y su esperanza es el escudo y la lanza, de aquel que creo al universo en su totalidad!
¿Por qué no buscan de comprender?, que lo que Dios liga, nadie lo podría desatar.
No te he dicho mil veces que te amo, y que tu duda me duele ¿por qué del amor dudar?
Espérame, que debo marcharme sin poder avisar, a buscar la miel que sana todo mal.
Entiéndeme, y trata de no retenerme más, que de ese cielo volveré para que me releas.
Como lo nuevo sobre lo viejo, como mis plumas regeneradas y fortalecidas de piedad,
Forjadas en tal abrasadora inmensidad, ahí y no antes, podre regalarte muchas de ellas.
¡Pero te me has adelantado, de donde las he ido a buscar!, si tan solo tu ida,
No fuera tan real, la conquista de mi abstracción, sí que nos haría, volar.