Te escribo y sé que escribo para que no me leas.
Te escucho y sé que escucho para que no me veas.
Te siento y sé que siento y sé qué siento.
Batidos por el viento,
los chopos blancos rielan en la vega.
Detrás de la maleza, en la ladera,
los cristales de yeso
refulgen como láminas de cera.
El sol desaparece detrás de la quebrada.
Estás aquí, no necesito nada.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.