Te escribo y sé que escribo para que no me leas.
Te escucho y sé que escucho para que no me veas.
Te siento y sé que siento y sé qué siento.
Batidos por el viento,
los chopos blancos rielan en la vega.
Detrás de la maleza, en la ladera,
los cristales de yeso
refulgen como láminas de cera.
El sol desaparece detrás de la quebrada.
Estás aquí, no necesito nada.