Te escribo y sé que escribo
para que no me leas…
Ahora que ya no me ves
y el reflejo de los pájaros sobre el azul del mar
es una quimera de plumas cansadas,
me hundo en un verso cualquiera
aferrado a la madera grabada con tu nombre.
Porque mi amor nació caminando
sobre la nieve inserta en tu piel,
donde el reloj dormido de un tiempo ya pasado
esperó la caricia de los dedos de una mujer herida,
rasgando las sábanas marchitas
del pétalo de la flor de una rosa.