Te escribo y sé que escribo para que no me leas, abuelo.
Prisionero en la cárcel del olvido
donde ya no existe ni nombre ni mi rostro.
Te escribo un conjuro mágico
para rescatarte de la niebla.
Tu risa alegrando el horizonte
tus historias allanándome el camino.
Te escribo porque lo escrito permanece
aunque tu ausencia en vida siembra miedo cada día.
Te recuerdo y te vuelvo a vivir.
Lo hago por los dos.