Anda mi corazón huero por tu eterno recuerdo
añorando esas viejas complicidades
en torno, a una interminable taza de negro café.
Nadie me puede hablar del ayer
de esa dura vida sufrida y, sin embargo,
nunca te faltaba una sonrisa en el semblante.
Infinito es el hueco que deja una madre,
es un vacío que no tiene nombre, la vida se acaba
pero lo que no muere, son mis recuerdos.
Ya no estás, pero sí estas, porque habitas en mi corazón
y ahora, aún soy capaz de sentir la bondad de tu alma.
Te escribo y sé que escribo
para que no me leas.
¡Madre, tú siempre tendrás quién te escriba!