Te escribo y sé que escribo
para que no me leas…
Te escribo como paliativo
para esta enfermedad que diluye mis venas,
como catarsis alfabética.
Te he escrito en huesos de papel y tinta de mi sino,
haciendo harapos de mi sudario
para secarte las lágrimas del vestido.
Me hice letrado en la teología de tu nombre:
cargando en la espalda la cruz del exilio
con que me extirpé las vísceras candentes,
para caber en tu vientre y que me dieras a luz.
Con que me inmolé en tinta,
para caber entre líneas y que me recitaras tú.