Te escribo y sé que escribo
para que no me leas…
pero hoy, como otras veces, quiero contarte que
la brisa suave me trae los colores del otoño que
no quiero volver a los días sin risa, las tardes sin brasero
y la habitación vacía.
No quiero sentir la languidez de las horas que caen como hojas muertas,
ni adivinar el horizonte de la mañana perdida en asuntos vanos.
Hoy te escribo
y aunque sé que te escribo para que no me leas, te pregunto:
Qué hacer cuando no existe el tiempo.
Cómo caminar a diez centímetros del suelo sin caer.
Cuándo empezar lo que no hice ayer.
Dónde dormir cuando todo es camino.