Tierra sin oídos, con los tímpanos rotos
te escribo y sé que escribo
para que no me leas hoy,
con la ceguera vieja alentada por tus escombros.
Soy el utópico, niño con sueños,
quien aspira tocar el aura de los almendros en flor.
Con los ojos bien abiertos sueño una ciudad de agua,
con luces de bengalas y duraznos floreciendo en los rinconeros de lo árido.
Quiero una plaza de pan, un arcabuz sin naufragios,
desiertos sembrados de verdes,
y un cielo atiborrado por maripositas de San Juan.
Quiero tumbar las bandeas colectivas,
echar al fuego las astas, viajar sin visas, tierra vilipendiada y adolorida.
Hoy no hay buzones, ni cuadernos infantiles: ¿Me leerá tu infeliz porvenir?)
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