Por nuestra familia siempre abnegada,
su ausencia no nos dejará un vacío
porque su recuerdo es de un gran poderío,
de niños a adultos, y ella entregada.
Su vida andaba en la última década,
pensando en que todo no fue baldío.
Con sacrificios y esfuerzos con brío,
desde la azada, salió de la nada.
Y ahora era madre y abuela,
pero no sentía el punto final,
las ganas de vivir eran su escuela.
Por eso, papá, mirando al cielo,
te escribo y sé que escribo
para que no me leas.