«Te escribo y sé que escribo para que no me leas…»
¿Cómo habrías de hacerlo?
si eres un devastador suplicio;
invisible e intangible; para todos imperceptible,
no así para mi cuerpo y mi mente
a quienes a diario torturas de manera inclemente.
Te escribo como un acto liberador de mi alma,
con el llanto contenido en mi corazón,
porque extraño abrazar la vida
con entusiasmo y pasión, como en otrora lo hacía
cuando en mí no existía el dolor.
Imploro al gran Yo Soy que te vayas
que ya no habites en mí, que ni siquiera seas recuerdo, mas sí, un definitivo fin.