Tus ojos, tu mirada, tu sonrisa afligida,
un anhelo divagando al ras de mi cordura.
Noches frías, tristes sin tu locura
y en mi mano una pluma, una carta, una despedida.
La razón de ser de mi locura desmedida,
sabiendo que escribo sollozos latentes sin rumbo,
acallados, vastos y sobrios tras tu partida,
hacia ninguna parte, lejos de este mundo.
Te escribo y sé que escribo para que no me leas,
el resonar de un “te quiero” que nunca dije,
tormento del día en que súbito te fuiste
sin despedirte, sola, sin esperar siquiera.