En este mar impredecible y sosegado,
donde las olas nos mecen a su merced,
como una dulce madre meciendo
a su bebé en el capazo,
quien duerme sereno,
habiendo saciado su sed.
«Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…»
Mientras tu cabello cae en cascada
sobre tus frágiles hombros,
se enreda entre mis dedos
y se adhiere a tus labios.
Ansío que la noche dure mil años
antes de que llegue mañana.