No quema lo que toca: transforma.
Le basta una chispa para inventar caminos.
Amar – lo sabe – es incendiar el miedo.
Por eso sus labios huelen
a bosque y a ceniza.
Desorbitadamente quieta
está la noche entre los dos…
Y aún su piel arde,
porque el amor, cuando es verdad,
no se apaga:
se expande.